José Manuel Romero es un caso único entre los fans de "La Púrpura Negra". En vez de entregarse a la lectura como un aficionado normal, es decir, "voy a entretenerme y punto", ha tenido la santa paciencia y voluntad de no leer más de una capítulo por día. Y al terminar de hacerlo, ha efectuado por escrito un análisis de la lectura y me lo ha enviado.
Este trabajo ha dado sus frutos para el autor, unos positivos y otros negativos. Gracias a sus "reflexiones críticas", he descubierto debilidades de algunos personajes, puntos discutibles en el trasfondo ideológico y perspectivas no contempladas por mi a la hora de escribirla. En resumidas cuentas, ha efectuado el primer estudio critico de LPN y le estoy muy agradecido. Algunas de sus reflexiones las iré colgando aquí, en el blog, pero voy a comenzar por un comentario a la entrada titulada "El Nacimiento de La Púrpura Negra".
Con un “y si…” te hubiera bastado para escribir la novela pero, lo tuyo no es lo sencillo y tienes que complicar las cosas para sorprendernos y para que el "martirio" al que nos sometes sea mayor.
Mucha acción, mucha intriga, mucha revolución eclesial pero si no hubiera existido el amor, no hubiera existido la novela. Primero existió el amor. Este misterio no lo hubiéramos podido resolver sin tu ayuda.
Los tiempos de felicidad arrancan con el primer encuentro, con lo que llamamos flechazo o amor a primera vista entre personas maduras, Pablo y Claudia, en un lugar paradisiaco, Puente Viesgo, y en una estación, como no podía ser otra, la primavera.
Los protagonistas van descubriendo los nuevos sentimientos de enamorados, las palabras van cargadas de extrema sensibilidad y delicadeza y los acontecimientos van fluyendo de forma pausada pero inexorablemente hacia la consumación del amor.
Los tiempos difíciles estarán en Roma, con la separación mutuamente aceptada, con encuentros secretos a través de pasadizos ocultos. Claudia se convertirá en una nueva heroína tratando de proteger a su amado de numerosos atentados y conspiraciones. Y al final, entabla una carrera frenética con la que tratará de vencer la profecía de San Malaquías anunciando el final del Papado.
En un escenario grandioso e histórico, muy fotogénico, como lo es el Coliseo, como lo son todas las vestiduras y símbolos eclesiales, y televisando la escena para todo el mundo, morirán juntos. A pesar de ser testigos millones de televidentes, apenas media docena de personas sabrán que es el final de una historia de amor. Dentro de poco seremos millones de personas las que lo sepamos.
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