El viaje de Su Santidad Benedicto XVI por África y el debate sobre la propuesta socialista para reformar la ley del aborto le confieren a LPN una actualidad total.
El Papa, en su viaje por Angola y Camerún, ha efectuado unas polémicas declaraciones sobre el uso del preservativo en las relaciones sexuales, minusvalorándolo como método eficaz en la preservación del sida. Recuerdo a los lectores de LPN, e informo a quienes no la hayan leído, que la autorización del preservativo por Adriano VII es la espoleta que pone en marcha una de las tres conspiraciones para intentar asesinarle.
Queda meridianamente claro que el Papa de la novela se halla completamente en las antípodas del sucesor de san Pedro que hoy por hoy ocupa su silla en el Vaticano.
El segundo tema que coloca a LPN en el candelero de la más rabiosa actualidad es la propuesta de reforma de la actual ley del aborto, a fin de sustituirla por una ley de plazos. Una polémica que ha puesto en pie de guerra a muchas asociaciones ciudadanas, no todas de derechas, contra la posibilidad de que se apruebe la citada ley de plazos. Entre ellas, por ejemplo, a numerosas cofradías de semana santa andaluzas y castellanas.
El problema del aborto es muy poliédrico, siempre está combustionado y se enfrentan dos posturas totalmente atrincheradas. No es el momento de entrar aquí a debatirlo, y sólo quiero reseñar lo que dice Adriano VII en la famosa homilía con la que empieza su Pontificado.
Sin embargo, hermanos, creemos que sería conveniente, para despejar cualquier duda, que profesionales médicos, creyentes y no creyentes, nos ayudaran a tener claro cuándo hay que considerar ser humano al embrión. ¿Desde el momento en que se unen el óvulo y el espermatozoide? ¿Pasada una semana, pasado un mes, tres meses…? Voy a plantear el problema con un ejemplo, aún a riesgo de ser simplista. ¿Es lo mismo destruir un frondoso árbol con ramas y frutos, que destruir una pequeña semilla que, con el tiempo, se podría convertir en ese gran árbol?
Repito para que mis palabras no induzcan a error a nadie. Yo, Adriano VII, el Papa, condeno el aborto como un crimen execrable, donde la responsabilidad no sólo atañe a quienes participan en él, sino también a los legisladores que lo amparan. Pero nos gustaría saber, con razones científicas, psicológicas y sociológicas, en qué momento y por qué el embrión se convierte en un ser humano de pleno derecho.
Llegados a este punto hay que plantearse....¿quién le pone el cascabel al gato? Y en la hipótesis de que alguien se lo ponga, ninguno de los dos bandos se apearía de su cabalgadura ni envainaría la espada.
Ya lo dijeron los santos padres, que además de santos eran sabios: en el medio está la virtud. El problema es que el medio siempre está entre las dos trincheras enfrentadas y le llueve el fuego cruzado de ambos bandos.
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